jueves, 30 de enero de 2020

DEL DECIR MUERTO…




He aquí un texto de Platón, del Fedro de Platón. He seguido básicamente el texto tal y como lo ha traducido Emilio Lledó y que incluye en su magnífica obra “El surco del tiempo”. He hecho pequeñas modificaciones de acuerdo con la traducción del diálogo hecha por María Araujo, en las Obras Completas de Platón, de la editorial Aguilar (Madrid, 1974).
Invito a leerlo detenidamente, aunque sea un poco largo. Seguro que encontrarás muchas afirmaciones en las que detenerte y reflexionar…

274c Sócrates. Tengo que contarte algo que oí de los antiguos, aunque su verdad sólo ellos la saben. Por cierto que, si nosotros pudiéramos descubrirla, ¿nos seguiríamos ocupando de las opiniones humanas?
Fedro. Preguntas algo ridículo. Pero cuenta lo que dices haber oído.

Sóc. Pues bien, oí que había por Náucratis, en Egipto, uno de los antiguos dioses del lugar al que, por cierto, está consagrado el pájaro que llaman Ibis. El nombre de aquella deidad era Theuth. Fue éste quien, primero, descubrió el número y el cálculo, y, también, la geometría y la astronomía, y, además, el juego de las damas y el de los dados, y, sobre todo, las letras. Por aquel entonces, era rey de todo Egipto Thamus, que vivía en la gran ciudad de la parte alta del país, que los griegos llaman Tebas egipcia, y cuyo Dios es Ammón. Theuth vino al rey y le mostró sus artes, diciéndole que debían comunicarse a los demás egipcios. Pero Thamus le preguntó cuál era la utilidad de cada una, y a medida que su inventor las explicaba minuciosamente, él las aprobaba o desaprobaba, según le pareciese bien o mal lo que decía. Muchas fueron, según se dice, las observaciones que, a favor o en contra de cada arte hizo Thamus a Theuth, y sería muy largo exponerlas.
Pero cuando llegaron a lo de las letras, dijo Theuth: «Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y fortalecerá su memoria, pues se ha inventado como un fármaco de la memoria y de la sabiduría». Pero el rey respondió: «¡Oh ingeniosísimo Theuth! A unos les es dado crear un arte, a otros juzgar qué de daño o provecho aporta a los que pretenden hacer uso de él. Y ahora tú, que eres el padre de los caracteres de la escritura, por benevolencia hacia ellos, les atribuyes facultades contrarias a las que tienen. 275ª Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes los aprendan, pues al descuidar la memoria, ya que fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, un simple recordatorio. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, no la verdad. Porque habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos, siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente ignorantes, y difíciles, además de tratar, porque han acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad».
Fed. ¡Qué bien se te da, Sócrates, hacer discursos de Egipto, o de cualquier otro país que se te antoje!
Sóc. El caso es, amigo mío, que, según se dice que se decía en el templo de Zeus en Dodona, las primeras palabras proféticas habían salido de una encina. Pues a los hombres de entonces, que no eran sabios como vosotros los jóvenes, tal ingenuidad tenían que se conformaban con oír a una encina o a una roca, sólo con que dijese la verdad. Sin embargo, para ti tal vez hay diferencia según quién sea el que hable y de qué país. Pues no te fijas únicamente en si lo que dicen es así o de otra manera.
Fed. Tienes razón al reprenderme, y creo que con lo de las letras pasa lo que el tebano dice.
Sóc. Así pues, el que piensa que ha dejado un arte por escrito, y, de la misma manera, el que lo recibe como algo que será claro y firme por el hecho de estar en letras, rebosa ingenuidad y, en realidad, desconoce la predicción de Ammon, creyendo que las palabras escritas son algo más, para el que las sabe, que un recordatorio de aquellas cosas sobre las que versa la escritura.
Fed. Exactamente.
 Sóc. Porque es que es impresionante, Fedro, lo que pasa con la escritura, y por lo que tanto se parece a la pintura. En efecto, las producciones de ésta están ante nosotros como si tuvieran vida; pero si se les pregunta algo, responden con el más altivo de los silencios. Lo mismo pasa con las palabras escritas. Podrías llegar a creer que lo que dicen fueran como pensándolo, pero si alguien pregunta, queriendo aprender de lo dicho, apuntan siempre y únicamente a una y la misma cosa. Pero, eso sí, con que una vez algo haya sido puesto por escrito, las palabras ruedan por doquier, igual entre los entendidos que como entre aquellos a los que no les importa en absoluto, sin saber distinguir a quienes conviene hablar y a quienes no. Y si son maltratadas o vituperadas injustamente, necesitan siempre la ayuda del padre, ya que ellas solas no son capaces de defenderse ni de ayudarse a sí mismas.
Fed. Muy exacto es todo lo que has dicho.
276ªSóc. Entonces, ¿qué? ¿Podemos dirigir los ojos hacia otro tipo de discursos, hermano legítimo de éste, y ver cómo nace y cuánto mejor y más fuertemente se desarrolla?
Fed. ¿A cuál te refieres y cómo dices que nace?
Sóc. Es ese que se escribe con fundamento en el alma del que aprende; capaz de defenderse a sí mismo y sabiendo con quiénes hablar y ante quiénes callarse.
Fed. ¿Te refieres al discurso lleno de vida y de alma, que tiene el que sabe y del que el escrito se podría justamente decir que es el reflejo?
Sóc. Sin duda. Pero dime ahora esto. ¿Un labrador sensato que cuidase de sus semillas, las llevaría, en serio, a plantar en verano, a un jardín de Adonis, y gozaría al verlas ponerse hermosas en ocho días, o solamente haría una cosa así por juego o por una fiesta, si es que lo hacía? ¿No sembraría, más bien, aquellas que le interesasen en el lugar adecuado de acuerdo con lo que manda el arte de la agricultura, y no se pondría contento cuando, en el octavo mes, llegue a su plenitud todo lo que sembró?
Fed. Así es, Sócrates. Tal como acabas de expresarte; en un caso obraría en serio, en otro de manera muy diferente.
Sóc. ¿Y el que posee el conocimiento de las cosas justas, bellas y buenas, diremos que tiene menos inteligencia que el labrador respecto a sus propias simientes?
Fed. De ningún modo.
Sóc. Por consiguiente, no se tomará en serio el escribirlas en agua, negra por cierto, sembrándolas por medio del cálamo, con discursos que no pueden prestarse ayuda a sí mismos, a través de las palabras que los constituyen, e incapaces también de enseñar adecuadamente la verdad.
Fed. Al menos, no es probable.
Sóc. No lo es, en efecto. Más bien, los jardines de las letras, según parece, los sembrará y escribirá como por entretenimiento; atesorando, al escribirlos, recordatorios para cuando llegue la edad del olvido, que le servirá a él y a cuantos hayan seguido sus mismas huellas. Y disfrutará viendo madurar sus tiernas plantas, y cuando otros se dan a otras diversiones y se hartan de comer y beber y todo cuanto con esto hermana, él, en cambio, pasara, como es de esperar, su tiempo distrayéndose con las cosas que te estoy diciendo.
Fed. Uno extraordinariamente hermoso, al lado de tanto entretenimiento baladí, es el que dices, Sócrates, y que permite entretenerse con las palabras, componiendo historias sobre la justicia y todas las otras cosas a las que te refieres.
Sóc. Así es, en efecto, querido Fedro. Pero mucho más hermoso, pienso yo, es ocuparse con seriedad de esas cosas cuando alguien, haciendo uso de la dialéctica y eligiendo un alma adecuada, planta y siembra 277ª palabras con fundamento, capaces de ayudarse a sí mismas y a quienes las planta, y que no son estériles, sino portadoras de simientes de las que surgen otras palabras que, en otros caracteres, son canales por donde se transmite en todo tiempo, esa semilla inmortal, que da felicidad al que la posee en el grado más alto posible para el hombre.
Fed. Esto que dices es todavía mucho más hermoso…
Fed. Así será. Pero vayámonos yendo, ya que el calor se ha mitigado.
Sóc. ¿Y no es propio que los que se van a poner en camino hagan una plegaria?
Fed. ¿Por qué no?
Sóc. Oh, querido Pan, y todos los otros dioses que aquí habitáis, concededme que llegue a ser bello por dentro, y todo lo que tengo por fuera se enlace en amistad con lo de dentro; que considere rico al sabio; que todo el dinero que tenga sólo sea el que puede llevar y transportar consigo un hombre sensato; y no otro. ¿Necesitamos de alguna otra cosa, Fedro? A mí me basta con lo que he pedido.
Fed. Pide todo esto también para mí, ya que son comunes las cosas de los amigos.
Sóc. Vayámonos.

miércoles, 29 de enero de 2020

SANTO TOMÁS DE AQUINO



Hoy los católicos celebramos la festividad de Santo Tomás de Aquino…
¿Cómo dejar pasar la fecha sin dedicar un recuerdo especial a quien fue un gigante del pensamiento y la fe cristiana?. Aunque todavía hay muchos que se dedican al estudio de su obra, creo que su proyección pública es escasa, incluso entre los clérigos. Bastantes dicen que su pensamiento está superado. Tal vez, pero ojalá tuviéramos muchos talentos de su talla.
Nació hacia 1226 en Roccasecca Italia, hijo del conde de Aquino y de Teodora, condesa de Teano. Una estirpe noble donde las haya, pues además su familia estaba emparentada con los emperadores Enrique VI y Federico II, y también con los reyes de Aragón; Castilla y Francia. Por su origen y por su capacidad parecía destinado a ser alguien sobresaliente en el mundo secular.
Pero…
A los cinco años, de acuerdo con las costumbres de la época, fue enviado para recibir su primera formación con los monjes benedictinos de Monte Casino. Con algo más de diez años pasó a la Universidad de Nápoles, donde pronto repetía las lecciones de sus maestros con mayor profundidad y lucidez que ellos mismos.
La bondad y la pureza del joven Tomás se mantenía intacta conforme crecía,  así como su fe. Decidió abrazar la vida religiosa y hacia 1240 recibió el hábito de Santo Domingo, una orden fundada no hacía mucho. Su familia no aceptó esta decisión y llegaron a retenerlo en la fortaleza de San Juan de Rocca Secca un par de años, donde sus padres padres, hermanos y hermanas hicieron todo lo posible por alejarlo de su vocación. Fueron dos años que él aprovechó para profundizar en las Sagradas escrituras, las Sentencias de Pedro Lombardo o la Metafísica de Aristóteles.
Vista la firmeza de su vocación fue puesto en libertad, hizo los votos propios de su orden y se consagro sacerdote en Colonia.
Como dominico su vida consistió en orar, meditar, predicar, enseñar, escribir y viajar para llevar su saber allí donde se lo pedían.
Coincidió su vida con esa década prodigiosa de la Edad Media y que representa la cumbre del pensamiento de la Cristiandad. Compartió saber con San Alberto el Magno y San Buenaventura… y con el auge de las universidades, esa notable creación de la época.
Y muy especialmente la universidad de París… Esa gran universidad de occidente que nació junto a la orilla izquierda del río Sena, en el monte de Santa Genoveva, a principios de ese siglo, en 1200. Nació al modo que se ordenaban las profesiones en esa edad llamada “media”, como un gremio, con sus estatutos que regulaban la profesión y empezaban diciendo que “universitats magistrorum et discipulorum”, la universidad entendida como “comunidad de maestros y discípulos.
Allí enseñó y desarrolló Santo Tomás la mayor parte de su obra.
 Decir Santo Tomas es decir Suma Teológica. Las “sumas” era un género literario muy común en la época y que recogían en cierto modo el saber alcanzado en aquel momento sobre un tema. Las había de tres tipos: sumas de recopilación, donde se recogía ese saber de una forma muy completa, pero sin sistematizar; sumas de compendio, breves y exactas, pero de un modo resumido; y sumas sistemáticas, que brindaban una enseñanza de conjunto completa y organizada. La Suma Teológica de Santo Tomás pertenece a este tercer tipo de sumas, al igual que la llamada “Suma contra  gentiles”.
La Suma Teológica vino después de acabar su Suma contra los gentiles, escrita por encargo de San Raimundo de Penyafort, maestro de la Orden de predicadores, como manual de apologética destinado a los predicadores que iban a España para evangelizar a los mulsulmanes y judíos de las tierras reconquistadas por los reyes cristianos.
La redacción de la Suma Teológica  se hizo entre 1265 y 1274. Quedó inacabada, pues cuando iba a comenzar la tercera parte, el 6 de diciembre de 1973, sintió una especie de revelación mística que le hizo ver todo lo escrito hasta entonces como paja. Sobre su amigo y confesor fray Reginaldo  cayó la responsabilidad de acabarla…
Murió el 7 de marzo de 1274, cuando se dirigía al Segundo Concilio de Lyon.
Fray Reginaldo, que le confesó antes de morir, exclamó que sus pecados no eran ni los de un niño de cinco años. Santo Tomás unió a su gran capacidad intelectual y de trabajo, un alma transparente y pura.
Juan XXII lo canonizó el 18 de julio de 1323. En 1567 fue proclamado doctor de la Iglesia por Pío V. En agosto de 1879, el Papa León XIII lo declaró “príncipe y maestro de todos los doctores eclesiásticos. Y hoy no quiero dejar pasar el día sin un recuerdo agradecido por el testimonio de fe y entrega que nos legó.  

viernes, 17 de enero de 2020

IDEOLOGÍA

MIGUEL ÁNGEL... Y LA IDEOLOGÍA


La palabra ideología empezó su andadura a principios del siglo XIX como nombre de una pretendida ciencia. La ciencia o tratado de las ideas, al igual que Biología es la ciencia de la vida. Al conde Destutt de Tracy, aristócrata ilustrado de la revolución Francesa, debemos la acuñación del término. Fue él quien pronunció por primera vez la palabra Ideología en la presentación de su Memoria sobre la facultad de pensar. Tal vez en otro momento sea bueno dedicar una entrada al momento inaugural de este término.
Por ahora, provisionalmente, nos quedaremos con esa definición que hoy suele darse al término como conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, una colectividad o una época. O si se prefiere podemos tomar la que da el Diccionario del español jurídico de la Real Academia de la Lengua: la ideología es un  conjunto de ideas sobre la realidad social, política, cultural, económica, religiosa, etc. que pretenden la conservación del sistema (ideologías conservadoras), su transformación (que puede ser radical y súbita, revolucionaria o paulatina —ideologías  reformistas—) o la restauración de un sistema previamente existente (ideologías reaccionarias).
También podríamos decir que la ideología es el modo en que está configurado nuestro pensamiento…
Pero creo que también podemos acercarnos a la naturaleza de la ideología a través de las actitudes adoptadas frente a la realidad. Y el gran artista Miguel Ángel podría ayudarnos a expresar esto...


Se cuenta que un día preguntaron al genial Miguel Ángel cómo podía hacer aquellas maravillas con el mármol. Miguel Ángel condujo a quien eso le preguntaba ante un bloque de mármol recién extraído de las canteras de Carrara, y dijo aquello de: “La estatua está dentro, sólo hay que quitar al mármol lo que le sobra”. Creo que fue esto o algo parecido.
Miguel Ángel veía en la materia, en el mármol, la estatua que iba a realizar. De ahí, se dice, que examinara y contemplara largamente en la cantera el mármol con el que iba a realizar su obra.
En la obra ya realizada, en el David o la Piedad, o cualquier otra composición escultórica, la figura aparece en contraposición a ese mármol de que está hecha. Pero la materia que se oculta tras la presencia de la figura está como fondo y sujeto que la hace posible. Aquel mármol (y no otro) es aquello de lo cual ha salido esa forma cuyas notas la hacen ser el David.
Pero en la estatua el mármol no es ocultado. Antes bien, es allí donde muestra toda su belleza, aunque oculto a la mirada. Pero es un mármol que la mirada de artista eligió cuidadosamente para que en la obra artística descubierta su belleza y posibilidades.
Y es justamente ese mármol, y no otro, el que hace de esa estatua algo singular y único. Cualquier otra estatua que se haga tratando de ser idéntica al original nunca podrá ser otra cosa que una imitación. El David de la Piazza della Signoria de Florencia puede tener la misma altura, las mismas características, ser tan parecido que apenas se pueda distinguir del realizado por Miguel Ángel, pero siempre será otro, una réplica.
Pero así como el arte de artista nos muestra lo que se puede hacer con el mármol, los colores o la piedra y los hace presentes en su obra como fondo misterioso del que ella nace, el ideólogo encubre la realidad, la envuelve con sus ideas para sustraerla a la mirada.
El ideólogo no ve en la materia algo que contiene potencialmente un David, que para que emerja solamente es necesario quitar lo que sobra, sino algo que hay que escamotear, tapar, mediante otros materiales artificiales.
Su trabajo se parece al del artista  búlgaro Christo, que con telas envuelve edificios y paisajes. Su arte consiste en encubrir la realidad, y lo que de su obra emerge es la habilidad del artista para ocultarla. Y eso lo acerca más al prestidigitador que al artista.
El ideólogo, aunque no lo sepa, nos envuelve la realidad con sus palabras y conceptos, para mostrarnos otra, la fabricada por él.
En el trabajo de Miguel Ángel hay algo de divino en tanto que actualiza potencialidades de la materia a la que ama y dignifica con su habilidad; no la niega, sino que la eleva. El ideólogo niega con su habilidad el edificio o el paisaje, la realidad, para que sus ideas aparezcan y se impongan.






lunes, 6 de enero de 2020

LA PHYSIS






“Sobre la Naturaleza” es el título que frecuentemente se atribuye a las obras que escribieron los presocráticos. De Aristóteles arranca esa costumbre. Aristóteles también llamó a esos pensadores presocráticos fisiólogos, pues consideró que su principal ocupación fue encontrar la razón de la Naturaleza.
Naturaleza es la forma latina que traduce la palabra griega physis, que a su vez procede del verbo phyo, con los significados de producir, nacer, brotar, surgir, crecer, etc. La physis viene a ser algo así como nacimiento o crecimiento, es decir, aquella fuerza íntima presente en todas las cosas que las hace nacer y crecer. La physis es la esencia dinámica presente en todas las cosas, de la que todas ellas nacen y a la que todas vuelven una vez han cumplido su ciclo existencial.
¿Qué novedad para la vida del espíritu supuso esta noción a partir de la cual arranca eso que ha venido a llamarse filosofía?
Para el hombre antiguo, igual que para el moderno, aquello que es objeto de sus preocupaciones, es el movimiento, la mudanza a la que todo está sometido. Nos inquieta el futuro, pues no sabemos cómo discurrirán las cosas.
Nada hay realmente estable; todo nace un día para perecer otro. Pero no solamente las cosas; también el hombre anda envuelto en esa universal mutación de las cosas y está sometido a la generación y corrupción.
¿Cómo saber a qué atenerse cuando todo, incluida mi vida, está sujeto a continuo cambio? ¿Se podría predecir ese futuro y, de alguna forma, cambiarlo cuando nos parece que no nos será favorable?
Así es este mundo, el de aquí abajo, el de la tierra, aquel en el que el hombre desenvuelve su vida. En él todo es incierto. Y es incierto porque depende de la voluntad superior de los dioses. Otra cosa es el mundo de arriba, el cielo, el ouranós, allí donde habitan los dioses inmortales. Ese mundo de arriba no está sujeto a esos movimientos de generación y corrupción; es estable y permanente y, consecuentemente, fiable.
¿Cómo se relacionan ambos mundos, el de abajo y el de arriba?
 Hay cosas que por su grandeza, su singularidad o su perfección son recipientes del poder de los dioses; son hierofanías, lugares de manifestación de los dioses. La belleza extraordinaria, la fuerza inusual, la especial habilidad para algo, el silencio de la noche, la muerte, etc. sobrecogen y nos hacen ver que hay lo que está por encima de nosotros, son cosas divinas. Son ellos, los dioses, los que generan los acontecimientos de este mundo, en especial aquellos que sobrecogen y deciden el futuro de los hombres.
A los dioses y a los acontecimientos asociados a ellos, el comportamiento es relatarlos, cantarlos, darles culto, comportarse ritualmente. Todo esto constituye un lenguaje mediante el cual el hombre se refiere a ese otro mundo que es sagrado por ser “el habitado por los dioses”. A ese mundo, apela el hombre buscando conformidad en su vida,  protección para el incierto futuro y celebrar los acontecimientos significativos.
Pero aunque no sepa qué va a ocurrir ni qué va a sucederle, el hombre ha de tomar decisiones. Es mediante esas decisiones que el va haciendo su vida. A esto está constreñido por su particular naturaleza. Eso le exige deliberación. Y porque es él, quien deliberando toma las decisiones, puede el hombre responder de lo que hace. Tiene el ser humano el particular poder de entender lo que hace.
Ese poder, al que llamó logos, es particular porque no es ya el simple poder de la psique que anima su cuerpo, sino un poder que le permite dirigir su vida. Gracias al logos el hombre no solamente hace cosas, sino que puede hacerlas bien, es decir, de acuerdo con lo que ellas son de verdad.
Cuando el ser humano delibera acerca de lo que hace y de su mundo, concentrándose en sí mismo, puede situarse por encima de la multitud de sus impresiones y tendencias y ver lo que las cosas son. Y esto le permite tomar decisiones acertadas. A esa potencia de ver del ser humano se la llamó nous. O mente. El logos es aquella palabra que manifiesta lo que la mente descubre.
Y lo primero que la mente descubre, concentrada en lo que hay, es la unidad esencial de todo cuanto existe. El pensamiento actúa como una luz que permite que las cosas emerjan y puedan ser vistas como siendo parte de un todo. Como cuando se ilumina el escenario y se ven entonces las figuras que ocultaba la oscuridad.
Si los sentidos nos muestran las diferencias entre las cosas y, por consiguiente, su pluralidad, la mente nos muestra su unidad de fondo. Y esa unidad es la que hace posible la ciencia, que no consiste sino en ver las relaciones entre las cosas. Relaciones (sean lógicas o analógicas) que pueden establecerse sobre la base de esa unidad de principio de todo cuanto hay.
La ciencia funciona yendo de los hechos a las leyes que los regulan y constituyen, y de esas leyes se eleva a los principios a cuya luz se entienden esas leyes; y de los principios a la unidad esencial de cuanto hay.
El nuevo camino que Tales, Anaximandro y Anaxímenes empezaron a abrir allá por el siglo VI aC fue el descubrimiento de ese fondo universal (que unifica la diversidad), de donde nace todo cuanto hay. El camino de la generación de los dioses llevaba a la multiplicidad de estos; una experiencia de lo sagrado que se perdía en esto, aquello y lo de más allá. Ahora el camino, el de la physis, es el de la reducción, el que lleva a cada cosa a aquello de lo que ha brotado y participa hasta su regreso al acabar su ciclo propio.
La generación es un nacer [=dar a luz], un salir a la luz como algo que la Naturaleza, la physis, produce “de suyo” (arkjé). Las cosas se nos hacen presentes saliendo del fondo al que pertenecen. Por eso su presencia tiene el carácter de un descubrimiento, un correr el velo que las cubre, el velo de la ignorancia.
La physis no supone ninguna desacralización. Ella también es divina, eterna e inalterable. La Naturaleza es indestructible; podemos destruir alguna de sus manifestaciones, pero ella permanece siempre la misma. Pero sí significa otro modo de representarse el mundo.
Esa physis es la substancia de que todas las cosas están hechas, su verdad. De ahí que la expresión de Aristóteles, refiriéndose a estos primeros pensadores, como “los que filosofaron acerca de la verdad” y “los que filosofaron acerca de la Naturaleza” sean equivalentes. Buscar la verdad es buscar la Naturaleza de las cosas que son.
El descubrimiento de la Naturaleza por parte de estos pensadores supuso el inicio de un camino que llevaría al conocimiento de lo que ha venido en llamarse filosofía y ciencia.