
Naturaleza es la forma
latina que traduce la palabra griega physis,
que a su vez procede del verbo phyo, con los significados de producir, nacer,
brotar, surgir, crecer, etc. La physis viene a ser algo así como nacimiento o crecimiento, es decir, aquella fuerza íntima presente en todas las
cosas que las hace nacer y crecer. La physis es la esencia dinámica presente en
todas las cosas, de la que todas ellas nacen y a la que todas vuelven una vez han
cumplido su ciclo existencial.
¿Qué novedad para la vida
del espíritu supuso esta noción a partir de la cual arranca eso que ha venido a
llamarse filosofía?

Nada hay realmente estable;
todo nace un día para perecer otro. Pero no solamente las cosas; también el
hombre anda envuelto en esa universal mutación de las cosas y está sometido a
la generación y corrupción.
¿Cómo saber a qué atenerse
cuando todo, incluida mi vida, está sujeto a continuo cambio? ¿Se podría predecir
ese futuro y, de alguna forma, cambiarlo cuando nos parece que no nos será favorable?
Así es este mundo, el de aquí abajo,
el de la tierra, aquel en el que el hombre desenvuelve su vida. En él todo es
incierto. Y es incierto porque depende de la voluntad superior de los dioses. Otra
cosa es el mundo de arriba, el cielo,
el ouranós, allí donde habitan los
dioses inmortales. Ese mundo de arriba no está sujeto a esos movimientos de
generación y corrupción; es estable y permanente y, consecuentemente, fiable.
¿Cómo se relacionan ambos
mundos, el de abajo y el de arriba?
Hay cosas que por su grandeza, su singularidad
o su perfección son recipientes del poder de los dioses; son hierofanías,
lugares de manifestación de los dioses. La belleza extraordinaria, la fuerza
inusual, la especial habilidad para algo, el silencio de la noche, la muerte, etc.
sobrecogen y nos hacen ver que hay lo que está por encima de nosotros, son
cosas divinas. Son ellos, los dioses,
los que generan los acontecimientos de este mundo, en especial aquellos que sobrecogen y deciden el futuro de los
hombres.
A los dioses y a los
acontecimientos asociados a ellos, el comportamiento es relatarlos, cantarlos,
darles culto, comportarse ritualmente. Todo esto constituye un lenguaje mediante el cual el hombre se
refiere a ese otro mundo que es sagrado por ser “el habitado por los dioses”. A
ese mundo, apela el hombre buscando conformidad
en su vida, protección para el incierto
futuro y celebrar los acontecimientos
significativos.
Pero aunque no sepa qué va a
ocurrir ni qué va a sucederle, el hombre ha de tomar decisiones. Es mediante
esas decisiones que el va haciendo su
vida. A esto está constreñido por su particular naturaleza. Eso le exige deliberación. Y porque es él, quien
deliberando toma las decisiones, puede el hombre responder de lo que hace. Tiene
el ser humano el particular poder de entender lo que hace.

Cuando el ser humano
delibera acerca de lo que hace y de su mundo, concentrándose en sí mismo, puede
situarse por encima de la multitud de sus impresiones y tendencias y ver lo que las cosas son. Y esto le
permite tomar decisiones acertadas. A esa potencia de ver del ser humano se la
llamó nous. O mente. El logos es
aquella palabra que manifiesta lo que la mente descubre.
Y lo primero que la mente descubre,
concentrada en lo que hay, es la unidad
esencial de todo cuanto existe. El pensamiento actúa como una luz que permite
que las cosas emerjan y puedan ser vistas como siendo parte de un todo. Como cuando se ilumina el escenario y se ven
entonces las figuras que ocultaba la oscuridad.
Si los sentidos nos muestran
las diferencias entre las cosas y, por consiguiente, su pluralidad, la mente
nos muestra su unidad de fondo. Y esa unidad es la que hace posible la ciencia,
que no consiste sino en ver las relaciones entre las cosas. Relaciones (sean
lógicas o analógicas) que pueden establecerse sobre la base de esa unidad de
principio de todo cuanto hay.
La ciencia funciona yendo de
los hechos a las leyes que los regulan y constituyen, y de esas leyes se eleva
a los principios a cuya luz se entienden esas leyes; y de los principios a la
unidad esencial de cuanto hay.
El nuevo camino que Tales,
Anaximandro y Anaxímenes empezaron a abrir allá por el siglo VI aC fue el
descubrimiento de ese fondo universal
(que unifica la diversidad), de donde nace todo cuanto hay. El camino de la generación de los dioses llevaba a la
multiplicidad de estos; una experiencia de lo sagrado que se perdía en esto, aquello y lo de más allá.
Ahora el camino, el de la physis, es el de la reducción, el que lleva a cada
cosa a aquello de lo que ha brotado y participa hasta su regreso al acabar su
ciclo propio.
La generación es un nacer [=dar a luz], un salir a la luz
como algo que la Naturaleza, la physis, produce “de suyo” (arkjé). Las cosas se
nos hacen presentes saliendo del fondo al que pertenecen. Por eso su presencia
tiene el carácter de un descubrimiento,
un correr el velo que las cubre, el velo de la ignorancia.
La physis no supone ninguna
desacralización. Ella también es divina, eterna e inalterable. La Naturaleza es
indestructible; podemos destruir alguna de sus manifestaciones, pero ella
permanece siempre la misma. Pero sí significa otro modo de representarse el
mundo.
Esa physis es la substancia
de que todas las cosas están hechas, su verdad.
De ahí que la expresión de Aristóteles, refiriéndose a estos primeros
pensadores, como “los que filosofaron acerca de la verdad” y “los que
filosofaron acerca de la Naturaleza” sean equivalentes. Buscar la verdad es
buscar la Naturaleza de las cosas que son.
El descubrimiento de la
Naturaleza por parte de estos pensadores supuso el inicio de un camino que
llevaría al conocimiento de lo que ha venido en llamarse filosofía y ciencia.
somos naturaleza, somos luz y amor , paso a abrazarte desde mi Alma, me encanta tu blog! gracias
ResponderEliminarGracias, Mar. Somos... una naturaleza herida. Aspiramos a eso, ser luz y amor, pero hay un camino que recorrer. Saludos
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