lunes, 6 de enero de 2020

LA PHYSIS






“Sobre la Naturaleza” es el título que frecuentemente se atribuye a las obras que escribieron los presocráticos. De Aristóteles arranca esa costumbre. Aristóteles también llamó a esos pensadores presocráticos fisiólogos, pues consideró que su principal ocupación fue encontrar la razón de la Naturaleza.
Naturaleza es la forma latina que traduce la palabra griega physis, que a su vez procede del verbo phyo, con los significados de producir, nacer, brotar, surgir, crecer, etc. La physis viene a ser algo así como nacimiento o crecimiento, es decir, aquella fuerza íntima presente en todas las cosas que las hace nacer y crecer. La physis es la esencia dinámica presente en todas las cosas, de la que todas ellas nacen y a la que todas vuelven una vez han cumplido su ciclo existencial.
¿Qué novedad para la vida del espíritu supuso esta noción a partir de la cual arranca eso que ha venido a llamarse filosofía?
Para el hombre antiguo, igual que para el moderno, aquello que es objeto de sus preocupaciones, es el movimiento, la mudanza a la que todo está sometido. Nos inquieta el futuro, pues no sabemos cómo discurrirán las cosas.
Nada hay realmente estable; todo nace un día para perecer otro. Pero no solamente las cosas; también el hombre anda envuelto en esa universal mutación de las cosas y está sometido a la generación y corrupción.
¿Cómo saber a qué atenerse cuando todo, incluida mi vida, está sujeto a continuo cambio? ¿Se podría predecir ese futuro y, de alguna forma, cambiarlo cuando nos parece que no nos será favorable?
Así es este mundo, el de aquí abajo, el de la tierra, aquel en el que el hombre desenvuelve su vida. En él todo es incierto. Y es incierto porque depende de la voluntad superior de los dioses. Otra cosa es el mundo de arriba, el cielo, el ouranós, allí donde habitan los dioses inmortales. Ese mundo de arriba no está sujeto a esos movimientos de generación y corrupción; es estable y permanente y, consecuentemente, fiable.
¿Cómo se relacionan ambos mundos, el de abajo y el de arriba?
 Hay cosas que por su grandeza, su singularidad o su perfección son recipientes del poder de los dioses; son hierofanías, lugares de manifestación de los dioses. La belleza extraordinaria, la fuerza inusual, la especial habilidad para algo, el silencio de la noche, la muerte, etc. sobrecogen y nos hacen ver que hay lo que está por encima de nosotros, son cosas divinas. Son ellos, los dioses, los que generan los acontecimientos de este mundo, en especial aquellos que sobrecogen y deciden el futuro de los hombres.
A los dioses y a los acontecimientos asociados a ellos, el comportamiento es relatarlos, cantarlos, darles culto, comportarse ritualmente. Todo esto constituye un lenguaje mediante el cual el hombre se refiere a ese otro mundo que es sagrado por ser “el habitado por los dioses”. A ese mundo, apela el hombre buscando conformidad en su vida,  protección para el incierto futuro y celebrar los acontecimientos significativos.
Pero aunque no sepa qué va a ocurrir ni qué va a sucederle, el hombre ha de tomar decisiones. Es mediante esas decisiones que el va haciendo su vida. A esto está constreñido por su particular naturaleza. Eso le exige deliberación. Y porque es él, quien deliberando toma las decisiones, puede el hombre responder de lo que hace. Tiene el ser humano el particular poder de entender lo que hace.
Ese poder, al que llamó logos, es particular porque no es ya el simple poder de la psique que anima su cuerpo, sino un poder que le permite dirigir su vida. Gracias al logos el hombre no solamente hace cosas, sino que puede hacerlas bien, es decir, de acuerdo con lo que ellas son de verdad.
Cuando el ser humano delibera acerca de lo que hace y de su mundo, concentrándose en sí mismo, puede situarse por encima de la multitud de sus impresiones y tendencias y ver lo que las cosas son. Y esto le permite tomar decisiones acertadas. A esa potencia de ver del ser humano se la llamó nous. O mente. El logos es aquella palabra que manifiesta lo que la mente descubre.
Y lo primero que la mente descubre, concentrada en lo que hay, es la unidad esencial de todo cuanto existe. El pensamiento actúa como una luz que permite que las cosas emerjan y puedan ser vistas como siendo parte de un todo. Como cuando se ilumina el escenario y se ven entonces las figuras que ocultaba la oscuridad.
Si los sentidos nos muestran las diferencias entre las cosas y, por consiguiente, su pluralidad, la mente nos muestra su unidad de fondo. Y esa unidad es la que hace posible la ciencia, que no consiste sino en ver las relaciones entre las cosas. Relaciones (sean lógicas o analógicas) que pueden establecerse sobre la base de esa unidad de principio de todo cuanto hay.
La ciencia funciona yendo de los hechos a las leyes que los regulan y constituyen, y de esas leyes se eleva a los principios a cuya luz se entienden esas leyes; y de los principios a la unidad esencial de cuanto hay.
El nuevo camino que Tales, Anaximandro y Anaxímenes empezaron a abrir allá por el siglo VI aC fue el descubrimiento de ese fondo universal (que unifica la diversidad), de donde nace todo cuanto hay. El camino de la generación de los dioses llevaba a la multiplicidad de estos; una experiencia de lo sagrado que se perdía en esto, aquello y lo de más allá. Ahora el camino, el de la physis, es el de la reducción, el que lleva a cada cosa a aquello de lo que ha brotado y participa hasta su regreso al acabar su ciclo propio.
La generación es un nacer [=dar a luz], un salir a la luz como algo que la Naturaleza, la physis, produce “de suyo” (arkjé). Las cosas se nos hacen presentes saliendo del fondo al que pertenecen. Por eso su presencia tiene el carácter de un descubrimiento, un correr el velo que las cubre, el velo de la ignorancia.
La physis no supone ninguna desacralización. Ella también es divina, eterna e inalterable. La Naturaleza es indestructible; podemos destruir alguna de sus manifestaciones, pero ella permanece siempre la misma. Pero sí significa otro modo de representarse el mundo.
Esa physis es la substancia de que todas las cosas están hechas, su verdad. De ahí que la expresión de Aristóteles, refiriéndose a estos primeros pensadores, como “los que filosofaron acerca de la verdad” y “los que filosofaron acerca de la Naturaleza” sean equivalentes. Buscar la verdad es buscar la Naturaleza de las cosas que son.
El descubrimiento de la Naturaleza por parte de estos pensadores supuso el inicio de un camino que llevaría al conocimiento de lo que ha venido en llamarse filosofía y ciencia.

2 comentarios:

  1. somos naturaleza, somos luz y amor , paso a abrazarte desde mi Alma, me encanta tu blog! gracias

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    1. Gracias, Mar. Somos... una naturaleza herida. Aspiramos a eso, ser luz y amor, pero hay un camino que recorrer. Saludos

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