jueves, 9 de julio de 2020

CALCULAR Y PENSAR...




La lógica es un lenguaje formalizado.
Una de las ventajas de los lenguajes formalizados es, además de evitar  ambigüedades y equívocos, su potencia para construir cálculos. Dicho con otras palabras: nos permiten establecer de forma absolutamente clara un conjunto finito de reglas que nos facilitan relacionar lógicamente unos signos con otros.
Todos tenemos una noción intuitiva de “cálculo” a partir de las matemáticas elementales. Cuando multiplicamos, por ejemplo, procedemos según una serie de reglas, como que de 20 nos llevamos dos o que al multiplicar la segunda cifra del multiplicador debemos colocar el resultado un espacio corrido hacia la izquierda, etc. Para multiplicar bien es suficiente conocer las reglas de la multiplicación y aplicarlas rigurosamente, sin que haya necesidad de conocer el porqué de todas y cada una de las reglas.
Y lo mismo podríamos decir de cualquier otro tipo de cálculo. Un cálculo no es otra cosa que un procedimiento mecánico, el cual, operando con reglas, nos permite obtener resultados correctos. Y no solamente eso, sino también obtener resultados que sin ese cálculo sería muy difícil de obtener. El resultado de multiplicar 18 por 6 podría ser logrado a base de sumas, por ejemplo, pero si de lo que se trata es de multiplicar 324567 por 3456, con ese sistema, la tarea sería prácticamente imposible.
El operar con reglas facilita enormemente las operaciones deductivas y, al mismo tiempo, permite detectar los errores que podamos cometer. Además tienen la ventaja añadida de ahorrarnos el esfuerzo de pensar.
Las reglas a las que nos referimos no son otra cosa que la sintaxis de ese cálculo. La sintaxis es la parte de la semiótica (ciencia general de los signos) que se ocupa de estudiar las relación de los signos entre sí, independientemente de lo que los signos signifiquen. También podemos expresar esto diciendo que la sintaxis no se preocupa de la interpretación de los signos, y únicamente se interesa por las leyes y reglas que hacen posible su combinación correcta. 12 más 11 son 23, y esto puede ser referido a manzanas, niños o galaxias.
Otro ejemplo aclaratorio de esto lo podemos tomar de la lengua natural, la cual, disponiendo también de una sintaxis, nos permite hacer expresiones correctas, al margen de su significado, si observamos las reglas de la sintaxis de esa lengua. Así podemos construir expresiones como:
El multicolor árbol solitario se alzaba en medio del espeso bosque, sirviendo de hogar para los pájaros inexistentes que se escondían en la espesa hojarasca de sus inmensas ramas desnudas que pretendían alcanzar aquel cielo cubierto de amenazadoras nubes en un día de sol radiante….
El significado de esa expresión es harto dudoso, aunque su construcción creo que es correcta, y solamente alguien que domine esa lengua podría hacerla.
Por supuesto, no es lo mismo corrección que verdad. Quien razonara afirmando que
“Ningún mamífero vive en el mar,
y como la ballena es un mamífero,
por lo tanto, la ballena no vive en el mar,
habría hecho un razonamiento correcto, aunque su conclusión no sea verdadera. La verdad o falsedad de nuestras expresiones está en relación con el contenido o materia de esas expresiones. La corrección del modo en que hemos usado las reglas.
Ahora bien, para establecer las reglas que imperan en un cálculo o interpretarlo, es decir, darle contenido, no puedo hacerlo calculando, sino pensando.
Y pensar es otra cosa diferente de calcular. Exige situarse fuera del mecanismo del cálculo y atender la realidad. Frente al carácter imperativo y rígido del cálculo, el pensamiento tiene que flexibilizarse para acoger al ser, a lo que las cosas son.
El proceder calculador no es exclusivo de los lenguajes formalizados. Además del lenguaje natural con su sintaxis, el comportamiento humano, tanto intelectual como social o emocional, tiene su sintaxis, sus constantes o conectores a partir de los cuales relaciona sus variables (experiencias), y sus reglas de formación que le dictan que expresiones intelectuales o afectivas son correctas o incorrectas, y por tanto admisible o inadmisibles. Y en este sentido, buena parte de la conducta humana procede según la mecánica de un cálculo.
De ahí que aun cuando el sentimiento subjetivo sea de libertad, buena parte de nuestra conducta sea predecible en cuanto se conoce su “sintaxis”.
El cálculo es posible por esa independencia de la sintaxis o forma de los signos (lingüísticos o conductuales) respecto de su contenido o materia. Una independencia relativa a nuestro modo de consideración de esos signos, pues en la realidad ambos aspectos se envuelven mutuamente.
Por el lado de la forma se dan las constantes que universalizan el proceder, y por el lado del contenido o materia se particulariza y toma realidad la cosa.
Por ejemplo, por la constante de “la crisis de la adolescencia”, como teoría admitida, me permite decir cosas sobre los problemas de los jóvenes, pero si mi hijo u otro joven acuden a mí para explicarme un desconcierto suyo, no puedo darme por satisfecho “explicando” su desconcierto por dicha teoría de la crisis. Este sería un proceder calculador, pero no compresivo ni adecuado a la realidad.
Si de verdad estoy interesado por su situación, me veo obligado a escuchar y observar sus manifestaciones. Para que su caso tenga la consideración de singular, como lo es, debe ser contemplado y acogido. Y esto exige pensar. Solamente así la respuesta no será el resultado de ningún proceder mecánico, sino libre. Es decir, creadora e iluminadora de la realidad considerada.
El pensar emerge allí donde lo obvio deja de ser obvio por la tensión entre la universalidad de la teoría o las reglas y la particularidad con que se presenta la realidad, y que se resiste a ser reducida a esa universalidad. Esto es lo que obliga al espíritu a un movimiento de búsqueda de aquella causa, teoría o imagen a cuya luz el hecho considerado [=observado como si fuera una estrella; de sidus, sideral] es aclarado, restableciendo las relaciones que lo vinculaban a otros hechos.
Se trata de un penoso ascenso hasta aquella cumbre desde la cual poder ver la cosa con más y mejor perspectiva.

4 comentarios:

  1. Muy interesante. Cuesta imaginar todo lo que hay detrás de algo tan automatizado e intuitivo.

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  2. Gracias, "Unknown". Muy contento si te resulta de alguna utilidad. Un saludo

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  3. Muy interesante y bien hilado. Me ha hecho recapacitar cuando dices "El pensar emerge allí donde lo obvio deja de ser obvio por la tensión entre la universalidad de la teoría o las reglas y la particularidad con que se presenta la realidad, y que se resiste a ser reducida a esa universalidad"; ya sea por esa "tensión" o simplemente por inconformismo, al retar ese universo, puede o bien enriquecerlo, o bien crear uno paralelo (como las diferentes corrientes filosóficas) o bien sustituirlo. ¿Sería ésta una de las esencias de la evolución?

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  4. Gracias, Miguel Ángel, por el tiempo que has dedicado a esta lectura. Efectivamente, esa tensión entre lo universal y lo particular, además de enriquecer y poner a prueba nuestras concepciones, obligan al pensamiento a superarse en un acto de contemplación que acoge al ser sin tratar de explicárselo. Así, podemos hacer una ciencia del hombre, pero no de Miguel Ángel, del cual, en última estancia solamente podemos decir que él es él.

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