
Se conocen como filósofos presocráticos a
aquellos pensadores griegos que iniciaron un camino intelectual que con el
tiempo se conocería como filosofía. Lo de presocráticos
es una denominación académica que hace referencia a “anteriores a Sócrates”,
pero no todos lo fueron, como en el caso de Demócrito; también Anaxágoras y Empédocles
fueron contemporáneos de Sócrates. Quizás una de las características compartida
por todos ellos fue su interés por la Naturaleza.
De ninguno de ellos nos han quedado
obras escritas. Lo que de ellos sabemos lo sabemos a partir de noticias y fragmentos.
Llamamos noticias a las referencias que
de estos pensadores hacen otros autores posteriores.
Los llamados fragmentos son citas que de estos pensadores hacen también
otros autores posteriores. Como excepción, se podría señalar que a finales del
siglo XX se reconstruyó un papiro conservado en Estrasburgo que contenía un
pasaje amplio de una obra de Empédocles, lo que permitiría conocer algo de uno
de estos presocráticos de forma directa.
De Tales de Mileto (aprox. 624 – 546) no
hay fragmentos. Probablemente no escribió nada. Pero la abundancia de noticias
que de él nos ha transmitido la antigüedad nos permite imaginar la grandeza de su persona. Por esas noticias sabemos que nació aproximadamente hacia el año 624 a.C en Mileto, una colonia griega en las costas de Anatolia, en la actual Turquia. Debió morir hacia el año 546 aC.
Esas noticias nos lo presentan como
político, astrónomo, físico, ingeniero, matemático y filósofo. Parece ser que
viajó por Egipto y Caldea, de donde se trajo valiosos conocimientos
científicos. En la República de Platón se da la noticia de que fue educado por sacerdotes
en Egipto.
Quizás una de las cosas que más fama le
dieron fue, según refiere Heródoto (aprox. 484 – 425), la predicción que hizo
de un eclipse solar. También cuenta el mismo Heródoto que ayudó al ejército de Creso
a vadear el río Halis desviando su curso.

Se le considera el primero que se dedicó
a lo que, andando el tiempo, se autodenominaría filosofía. Tales está, en
occidente, en los umbrales de ese tiempo que Karl Jaspers llamó el “tiempo-eje”.
En su obra “Origen y meta de la
Historia” , Jaspers vio que en el periodo que va entre el año 800 y 200 antes
de Cristo se dio un cambio de orientación de espíritu humano tanto en
Occidente, como en la India o China. Casi simultáneamente en esos tres ámbitos
geográficos se ponen las bases de la forma de entender lo humano como lo
entendemos hoy. En Occidente serán los presocráticos, filósofos y científicos
griegos, como Arquímedes, los profetas de Israel, como Elías, Isaías y Jeremías,
en Irán el zoroastrismo. En la India, el brahmanismo o el budismo, y en China,
el taoísmo o el confucionismo.
En estas tres zonas aparecieron hombres que
elevaron el pensamiento a la totalidad del ser, de ellos mismos y sus límites.
Fueron como las fuentes de donde partieron las corrientes que configuraron el
pensamiento actual.
Volvamos a Tales de Mileto.
Según Aristóteles (384 – 322), Tales
afirmó que todo se originó en virtud del agua y que todo estaba lleno de
dioses. El agua o lo húmedo es el principio a partir del cual se generan todas las
cosas. Esta noticia de Tales nos las da Aristóteles en sus obras de la Metafísica, Acerca del cielo o Acerca del
alma. Pero Aristóteles procura puntualizar que no conoce eso de primera
mano. Dicen que dijo Tales…
Sin entrar ahora en las interpretaciones
que pueden darse sobre estas afirmaciones atribuidas a Tales, tal vez lo que a
él le asombraba es que por todas partes brilla esa presencia de la Naturaleza, fuente
de todo cuanto hay. . En todo está presente esa Naturaleza que se oculta bajo diversas formas, y de ella
brotan y a ella regresan todas las cosas.
Diógenes Laercio, de cuya vida tampoco
se sabe mucho con seguridad y que vivió en el s. III (d.C.), dice en su obra “Vidas de filósofos ilustres”, que preguntado
Tales sobre quién era el más sabio, respondió que “el más sabio es el tiempo, porque
todo lo descubre”. Si dijo esto o no, no lo sabemos, pero la sentencia
es digna de consideración. ¿Acaso no es el tiempo el que descubre el alcance de
las ideas, las intenciones de lo dicho y la naturaleza de las cosas?. Todo lleva
marcado el sello del tiempo. Y tan abundante se hizo que nunca se agota.
Nuestra época se caracteriza por ser
escrupulosa en la medida del tiempo. Nunca se habían desarrollado tanto los
instrumentos de medida del tiempo, para su medida exacta. Es muchísima la gente
que vive a las órdenes del reloj, por lo menos en el llamado mundo
desarrollado. Sin embargo, eso no significa que su conciencia del tiempo y el
carácter temporal de todo sea mayor y mejor que en otras épocas, más bien al
contrario. Nos afanamos y apresuramos con todo, como si lo que hay fuera
eterno. El medir el tiempo nos ha generado impaciencia, pero no esperanza ni
meta a la que dirigirnos.
También refiere Diógenes que preguntado
Tales sobre como viviríamos mejor, respondió: “No cometiendo lo que reprendemos
en otros”. Así lo creo yo también, pues no falla tanto en el hombre el
conocimiento del bien como su voluntad para hacerlo. Tal vez sea por eso que
hay tantos dispuestos no solamente a mejorar y enderezar la conducta de los
otros, sino hasta de la sociedad entera. Y por la misma razón tantos dispuestos
a escucharlos y seguirlos.
Creo que esto se podría relacionar con
lo que Tales respondió a quien le preguntó qué cosa es fácil: “Dar
consejos a los otros”, dijo Pues entre conocer lo que se debería hacer
y hacerlo hay un camino a recorrer que exige mucho y constante esfuerzo. Así
que no todos los que dicen “Señor, Señor” entran en el reino de los cielos.
Tales hizo muchas cosas y todavía vio más
en sus viajes. Y debió meditar largamente sobre lo que hizo y vio, y eso le
proporcionó aquella sabiduría que sirvió de referencia para sus contemporáneos
y también la posterioridad.
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