miércoles, 13 de marzo de 2024

PICO DELLA MIRANDOLA (I)

 

“Finalmente, me parece haber comprendido por qué el hombre es el ser vivo más feliz y, por consiguiente, digno de toda admiración...” 

Pico della Mirandola (1463 -1494) Discurso sobre la dignidad del hombre. 

Este discurso que Pico della Mirandola escribió para la inauguración del congreso de sabios que él mismo convocó y nunca se realizó. Pero el discurso escrito, tras su muerte, fue dado a conocer por un pariente suyo. 

Algunos consideran ese discurso como el manifiesto de la modernidad. En él puede verse el espíritu que anima la nueva mentalidad. El hombre, que tanto había alabado a Dios, ahora se vuelve sobre sí mismo, el alabador. Piensa, entonces, sobre cuál puede ser su lugar en ese vasto mundo de la creación, cuál es la condición de que ha sido provisto por el Creador para hacerlo digno de alabarle. 

Pero, acabada la obra, el Artífice echaba en falta a alguien que comprendiera el plan de tan magna obra, que amara su belleza, que admirara la vastedad inmensa. 

Pico della Mirandola. Ibidem 

El Sumo Hacedor necesitaba de alguien semejante para apreciar su obra. El hombre, creado al final, cierra el círculo de la Creación. Pero para cerrarla realmente debe de estar dotado de aquella cualidad que no le obliga, que no constriñe su decir. Y esto no puede ser otra cosa que la libertad, una nota que no fija y define su ser.  

En diálogo con el Creador, Pico encuentra una nueva dimensión de la libertad. Ahora la libertad del hombre no es solamente libertad de hacer, sino también de hacerse. 

Es en diálogo con el Dios en que creció y se educó Pico della Mirandola como éste descubre la singularidad del hombre. Una singularidad que consiste en tener su naturaleza semillas de todo lo creado y, sobre todo, el ser casi libre y soberado para modelarse según prefiera.  

“No te hicimos ni celeste, ni terrestre, ni mortal ni inmortal, para que, casi libre y soberano, te moldees y te esculpas la forma que prefieras de ti mismo. Podrás degenerar en lo inferior, donde están los brutos; podrás regenerarte, por tu voluntad, en las cosas superiores, donde habita lo divino”.

Ibidem

Ha sido voluntad de Dios dotar al hombre del bien más preciado y propio de la divinidad: la libertad. Pero el hombre es casi libre y soberano. Y eso debía recordarle que su distancia a Dios sigue siendo infinita. No debería olvidarlo. 

Ahora bien, el buscaba aquello que hacía al hombre digno de toda admiración. Volvemos de nuevo a la tentación que ya presente en el Génesis, en el que los primeros padres traspasan aquella línea prohibida porque esperaban ser como dioses. Admirado por sus muchas cualidades y las capacidades que le da la libertad, se olvida su condición de criatura. 

La conciencia de su alta, altísima, dignidad, le hará sentirse por encima de todo, aunque no sea todavía ese el caso de Pico. ¿Y qué pensarán de tan magnífico discurso sobre el hombre aquellos maltratados por la fortuna o los también hombres? 

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