
Ya que hemos citado a Bertrand Russell en la entrada anterior, bueno será decir algo de este autor en relación a esa sociedad científica en la que vivimos y configura nuestra mentalidad…
Bertrand Russell (1872 – 1870) fue un
matemático, filósofo y escritor británico que tiene un lugar en la historia del
pensamiento por sus contribuciones a la fundamentación de las matemáticas y que
quedaron plasmadas en su obra Principia Mathematica, escrita
conjuntamente con Alfred N. Whitehead, y en la que se intenta fundamentar el
conocimiento matemático en la lógica. También fue uno de los fundadores de la
filosofía analítica y del atomismo lógico, muy en la línea del empirismo
inglés…
Sin embargo, su popularidad, hasta ser
uno de los iconos del siglo XX, no le vino por sus aportaciones científicas,
sino por su actividad a favor del pacifismo, sus opiniones sobre la sexualidad
y el matrimonio, el feminismo, su ateísmo, etc. Sobre todos esto temas
escribió, dio conferencias y participó en manifestaciones públicas.
Toda esta labor le valió que en 1950 se
le concediera el Premio Nobel de Literatura en reconocimiento de sus variados y
significativos escritos en los que defiende ideales humanitarios y la libertad
de pensamiento.
Pero vayamos a la obra que de él hemos
citado: “La perspectiva científica”…
La perspectiva científica (The
Scientific Outlook) la escribió Russell en 1931, después de su experiencia en
la visita a Rusia y entrevista con Lenin en 1920, sus viajes a China, Japón y
Estados Unidos, y en plena crisis económica en el mundo occidental. También
estaba presente en su memoria la Primera Guerra Mundial, que le mostró como la
ciencia podía estar al servicio de la sinrazón y la barbarie.
El libro pudiera parecer a simple vista
una obra de divulgación científica, pero en realidad intenta ser una llamada de
atención sobre los efectos que el progreso tecnológico puede tener en la sociedad
y en el ser humano, en particular. Aunque resulte paradójico, la tecnología que
ha proporcionado un poder considerable a la humanidad, bien podría volverse en
contra del hombre.
La obra se divide en tres partes:
- El
conocimiento científico.
- La
técnica científica.
- La
sociedad científica.

XII.
Sociedades creadas artificialmente.
XIII
El individuo y el conjunto.
XIV
Gobierno científico.
XV La educación en una sociedad científica.
XVI
Reproducción científica.
XVII
La ciencia y los valores.
No se trata aquí de exponer el contenido
del libro, que proporciona muchos temas de reflexión, sino simplemente
presentar a alguien citado y decir algo sobre lo expuesto en una de sus obras.
El hombre actual tiene puesta su
esperanza en la ciencia y la tecnología. Esperanza ¿en qué? En un mundo en el
que se haya vencido el sufrimiento, donde reine la paz, en el que nadie carezca
de lo necesario…es decir, una especie de paraíso en el que el hombre sea, por
fin, feliz.
Y hacia aquí, hacia esa finalidad,
apunta la ciencia y la tecnología, hacia lograr una sociedad científica. ¿Y qué
caracteriza a una sociedad científica? Pues en primer lugar “aquella
que emplea la mejor técnica científica en la producción, en la educación y en
la propaganda”. Esto es: una sociedad artificial “creada deliberadamente, con una
cierta estructura, para cumplir ciertos fines”.
Una sociedad por oposición a las
sociedades nacidas de causas naturales, “sin plan consciente relativo a su fin y
estructura colectivos”.
Las revoluciones de los inicios de la
edad contemporánea respondían a esta idea de crear sociedades con determinadas
características. Así fueron la Revolución americana y la Revolución francesa.
Pero en estas revoluciones la pretensión quedó detenida en dar ciertas
características políticas a la población. Sin embargo, hoy “la técnica científica ha
aumentado tan enormemente el poder de los gobiernos, que es ahora posible
producir en la estructura social cambios mucho más profundos e íntimos que
ninguno de los soñados por Jefferson o Robespierre. La ciencia nos ha enseñado
primero a crear máquinas; ahora, con la crianza mendeliana y la embriología
experimental, nos enseña a crear nuevas plantas y animales. Poca duda puede
caber de que métodos similares nos darán antes de mucho tiempo gran poder,
dentro de ciertos límites, para crear nuevos individuos humanos que difieran en
ciertas direcciones de los individuos producidos por la naturaleza… Y por medio
de la técnica psicológica y económica se hace posible crear sociedades tan
artificiales como la máquina de vapor, y completamente diferentes de todo lo
que pueda crecer por su propio impulso sin intención deliberada por parte de
los agentes humanos”.
Después de esta larga cita ya podemos la
dirección que toman las reflexiones de Bertrand Russell. Sus observaciones y
pensamientos están en relación con lo que hoy se llama “ingeniería social”: un
deseo de crear que es “una forma de amor al poder” y que “mientras el poder de crear
exista habrá hombres deseosos de aprovechar este poder, aun cuando la
naturaleza por sí produzca mejor resultado que el que pudiera originarse con
intención deliberada”.
Las nuevas dictaduras, las nacidas de
las nuevas revoluciones, nos han mostrado que en la actualidad es posible para
los hombres con energía e inteligencia retener el poder, aun en contra de la
mayoría de la población, una vez en posesión de la maquinaria gubernamental. Ya
no serán dictaduras de caudillos extraordinarios u oligarquías de nacimiento,
sino oligarquías de opinión, que se pueden perfectamente ocultar tras formas
democráticas.

La novela Huxley, considerada una
“distopía”, describe lo que sería esa sociedad científica llevada al extremo. Publicada
en 1932, al año siguiente de la publicación de la “Perspectiva científica de
Russell, la novela se abría con un epígrafe, en francés, de Nicolás Berdiaev
que decía:
Les utopies apparaissent comme bien plus réalisables
qu'un ne le croyait autrefois. Et nous nous trouvons actuellement devant une
question bien autrement angoissante: Comment éviter leur réalisation
définitive?... Les
utopies sont réalisables. La vie marche vers les utopies. Et peut-être un
siècle nouveau commence-t-il, un siecle où les intellectuels et le clsse
cultivée rêveront aux moyens d'éviter
les utopies et de retourner à une société non utopique, moins "parfaite et
plus libre"
[Las utopías parecen ser mucho más
alcanzables de lo que se creía anteriormente. Y actualmente nos enfrentamos a
una pregunta mucho más aterradora: ¿cómo evitar su realización final? ... Las
utopías son alcanzables. La vida camina hacia las utopías. Y quizás está
comenzando un nuevo siglo, un siglo en el que los intelectuales y los educados
soñarán con los medios para evitar las utopías y regresar a una sociedad no
utópica, menos "perfecta y más libre".]
Como dirá Huxley, una utopía en la que se
da la dictadura perfecta, aquella que tiene apariencia de democracia, pero que sería
básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían en escapar.
Sería esencialmente un sistema de esclavitud en el que gracias al consumo y el entretenimiento,
los esclavos amarían su servidumbre.
Resulta sorprendente la capacidad anticipadora
de Bertrand Russell respecto de la marcha de las sociedades occidentales. Sin embargo,
su anticlericalismo e irreligiosidad le hacen ignorar las necesidades del espíritu
que confieren a los seres humanos su dignidad.
Tal vez todavía no hemos llegado adonde apunta Russell, pero si parece que vayamos en esa dirección.
Y aunque es cierto que los tecnólogos y hombres
de ciencia suelen rendir su voluntad a la doctrinas gubernamentales, pues la mayoría
de ellos son ciudadanos en primer lugar, y amantes de la verdad sólo en segundo
lugar, la fuerza del Espíritu siempre puede confundir sus lenguas e impedir que
su Torre de Babel alcance su objetivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario