jueves, 20 de febrero de 2020

LA SOCIEDAD CIENTÍFICA, SEGÚN BERTRAND RUSSELL. (APUNTES)


Ya que hemos citado a Bertrand Russell en la entrada anterior, bueno será decir algo de este autor en relación a esa sociedad científica en la que vivimos y configura nuestra mentalidad…
Bertrand Russell (1872 – 1870) fue un matemático, filósofo y escritor británico que tiene un lugar en la historia del pensamiento por sus contribuciones a la fundamentación de las matemáticas y que quedaron plasmadas en su obra Principia Mathematica, escrita conjuntamente con Alfred N. Whitehead, y en la que se intenta fundamentar el conocimiento matemático en la lógica. También fue uno de los fundadores de la filosofía analítica y del atomismo lógico, muy en la línea del empirismo inglés…
Sin embargo, su popularidad, hasta ser uno de los iconos del siglo XX, no le vino por sus aportaciones científicas, sino por su actividad a favor del pacifismo, sus opiniones sobre la sexualidad y el matrimonio, el feminismo, su ateísmo, etc. Sobre todos esto temas escribió, dio conferencias y participó en manifestaciones públicas.
Toda esta labor le valió que en 1950 se le concediera el Premio Nobel de Literatura en reconocimiento de sus variados y significativos escritos en los que defiende ideales humanitarios y la libertad de pensamiento.
Pero vayamos a la obra que de él hemos citado: “La perspectiva científica”…
La perspectiva científica (The Scientific Outlook) la escribió Russell en 1931, después de su experiencia en la visita a Rusia y entrevista con Lenin en 1920, sus viajes a China, Japón y Estados Unidos, y en plena crisis económica en el mundo occidental. También estaba presente en su memoria la Primera Guerra Mundial, que le mostró como la ciencia podía estar al servicio de la sinrazón y la barbarie.
El libro pudiera parecer a simple vista una obra de divulgación científica, pero en realidad intenta ser una llamada de atención sobre los efectos que el progreso tecnológico puede tener en la sociedad y en el ser humano, en particular. Aunque resulte paradójico, la tecnología que ha proporcionado un poder considerable a la humanidad, bien podría volverse en contra del hombre.
La obra se divide en tres partes:
-       El conocimiento científico.
-       La técnica científica.
-       La sociedad científica.
Creo que el centro de gravedad de la obra está en la tercera parte, que consta de los siguientes capítulos:
XII. Sociedades creadas artificialmente.
XIII El individuo y el conjunto.
XIV Gobierno científico.
XV  La educación en una sociedad científica.
XVI Reproducción científica.
XVII La ciencia y los valores.
No se trata aquí de exponer el contenido del libro, que proporciona muchos temas de reflexión, sino simplemente presentar a alguien citado y decir algo sobre lo expuesto en una de sus obras.
El hombre actual tiene puesta su esperanza en la ciencia y la tecnología. Esperanza ¿en qué? En un mundo en el que se haya vencido el sufrimiento, donde reine la paz, en el que nadie carezca de lo necesario…es decir, una especie de paraíso en el que el hombre sea, por fin, feliz.
Y hacia aquí, hacia esa finalidad, apunta la ciencia y la tecnología, hacia lograr una sociedad científica. ¿Y qué caracteriza a una sociedad científica? Pues en primer lugar “aquella que emplea la mejor técnica científica en la producción, en la educación y en la propaganda”. Esto es: una sociedad artificial “creada deliberadamente, con una cierta estructura, para cumplir ciertos fines”.
Una sociedad por oposición a las sociedades nacidas de causas naturales, “sin plan consciente relativo a su fin y estructura colectivos”.

Las revoluciones de los inicios de la edad contemporánea respondían a esta idea de crear sociedades con determinadas características. Así fueron la Revolución americana y la Revolución francesa. Pero en estas revoluciones la pretensión quedó detenida en dar ciertas características políticas a la población. Sin embargo, hoy “la técnica científica ha aumentado tan enormemente el poder de los gobiernos, que es ahora posible producir en la estructura social cambios mucho más profundos e íntimos que ninguno de los soñados por Jefferson o Robespierre. La ciencia nos ha enseñado primero a crear máquinas; ahora, con la crianza mendeliana y la embriología experimental, nos enseña a crear nuevas plantas y animales. Poca duda puede caber de que métodos similares nos darán antes de mucho tiempo gran poder, dentro de ciertos límites, para crear nuevos individuos humanos que difieran en ciertas direcciones de los individuos producidos por la naturaleza… Y por medio de la técnica psicológica y económica se hace posible crear sociedades tan artificiales como la máquina de vapor, y completamente diferentes de todo lo que pueda crecer por su propio impulso sin intención deliberada por parte de los agentes humanos”.
Después de esta larga cita ya podemos la dirección que toman las reflexiones de Bertrand Russell. Sus observaciones y pensamientos están en relación con lo que hoy se llama “ingeniería social”: un deseo de crear que es “una forma de amor al poder” y que “mientras el poder de crear exista habrá hombres deseosos de aprovechar este poder, aun cuando la naturaleza por sí produzca mejor resultado que el que pudiera originarse con intención deliberada”.
Las nuevas dictaduras, las nacidas de las nuevas revoluciones, nos han mostrado que en la actualidad es posible para los hombres con energía e inteligencia retener el poder, aun en contra de la mayoría de la población, una vez en posesión de la maquinaria gubernamental. Ya no serán dictaduras de caudillos extraordinarios u oligarquías de nacimiento, sino oligarquías de opinión, que se pueden perfectamente ocultar tras formas democráticas.
Es fácil ver la relación que los pensamientos de B. Russell guardan con la novela que su amigo Aldous Huxley, Un mundo feliz (Brave New World).
La novela Huxley, considerada una “distopía”, describe lo que sería esa sociedad científica llevada al extremo. Publicada en 1932, al año siguiente de la publicación de la “Perspectiva científica de Russell, la novela se abría con un epígrafe, en francés, de Nicolás Berdiaev que decía:
Les utopies apparaissent comme bien plus réalisables qu'un ne le croyait autrefois. Et nous nous trouvons actuellement devant une question bien autrement angoissante: Comment éviter leur réalisation définitive?... Les utopies sont réalisables. La vie marche vers les utopies. Et peut-être un siècle nouveau commence-t-il, un siecle où les intellectuels et le clsse cultivée  rêveront aux moyens d'éviter les utopies et de retourner à une société non utopique, moins "parfaite et plus libre"
[Las utopías parecen ser mucho más alcanzables de lo que se creía anteriormente. Y actualmente nos enfrentamos a una pregunta mucho más aterradora: ¿cómo evitar su realización final? ... Las utopías son alcanzables. La vida camina hacia las utopías. Y quizás está comenzando un nuevo siglo, un siglo en el que los intelectuales y los educados soñarán con los medios para evitar las utopías y regresar a una sociedad no utópica, menos "perfecta y más libre".]
Como dirá Huxley, una utopía en la que se da la dictadura perfecta, aquella que tiene apariencia de democracia, pero que sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían en escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud en el que gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre.
Resulta sorprendente la capacidad anticipadora de Bertrand Russell respecto de la marcha de las sociedades occidentales. Sin embargo, su anticlericalismo e irreligiosidad le hacen ignorar las necesidades del espíritu que confieren a los seres humanos su dignidad.
Tal vez todavía no hemos llegado adonde apunta Russell, pero si parece que vayamos en esa dirección.
Y aunque es cierto que los tecnólogos y hombres de ciencia suelen rendir su voluntad a la doctrinas gubernamentales, pues la mayoría de ellos son ciudadanos en primer lugar, y amantes de la verdad sólo en segundo lugar, la fuerza del Espíritu siempre puede confundir sus lenguas e impedir que su Torre de Babel alcance su objetivo.

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