Dijimos que aquellos primeros
pensadores de Mileto, Tales, Anaximandro, Anaxímenes y otros encontraron en la
Naturaleza aquel fondo que todo lo abarca, de donde todo surge y adonde todo va
a parar cuando acaba su ciclo existencial.
Y aquí hay que parar atención en
que la Naturaleza no es una cosa, sino la respuesta que esos pensadores
encontraron al hecho de la enorme diversidad de cosas que hay y los cambios que
en ellas se producen. Todo cuanto hay, directa o indirectamente, procede de esa
Naturaleza, siempre la misma, eterna e indestructible, aunque las cosas que
ella produce sean cambiantes, temporales y perecederas.
En vistas a entender la función
unificadora de esa noción de Naturaleza me gusta acudir a aquello que dijo
Unamuno en su obra Del sentimiento trágico de la vida: “la filosofía
responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo
y de la vida…” Y esa necesidad la entiendo como si el mundo y la vida a la
que hace referencia fuese un inmenso montón de diminutas piezas de un puzzle. Tenemos
las piezas, las podemos ver, examinar, tocar. ¿Qué nos falta para poderlo
montar, para ir encajando esas piezas, colocarlas ordenadamente, hacer que nos
muestren el papel de cada una de ellas, etc? Necesitamos disponer de la imagen
final de ese puzzle. La visión de ese puzzle montado y ordenado. Sin esa visión
manejamos las piezas, las examinamos, probamos de encajarlas, pero nos movemos
a tientas como un ciego.
Pero ¿cómo lograr esa visión? Y
aquí, creo, se nos abren tres caminos espirituales:
a)
Aceptar que ha habido quienes por una inspiración especial
les ha sido revelada esa imagen. Ese es el latido de fondo de toda religión. Eso
significa aceptar que hay una voluntad más grande y previa que la nuestra y a
la que debemos ajustarnos. Todas esas piezas no son un mero montón, sino
fragmentos de un Todo unitario.
b)
Creer que nosotros, a partir de un conocimiento cada vez
más preciso de las piezas, podemos formarnos esa imagen. Acepta que todo debe
estar relacionado y esas relaciones se van, poco a poco, encontrando a partir
del trabajo investigador de la mente humana. Se trata de una vía como más
violenta intelectualmente, pero que admite que aquello es un puzzle.
c)
Considerar que esa imagen del Todo es una quimera, que es
innecesaria y que esos objetos no son piezas de nada y aceptar la caducidad de
nuestra existencia. Es una vía que frecuentemente se toma por desesperación
ante las otras vías. Pero esa desesperación, a su manera, dibuja la imagen que
pretende negar y que da cuenta de todo.
Pero, en cualquier caso, es una
necesidad inherente a la naturaleza intelectual del hombre. En su
comportamiento y respuestas a las solicitudes de la vida hay prefiguradas esa
visión unitaria y total del mundo y de la vida, de la que hablaba Unamuno, y
que siempre ha acompañado al hombre. Los presocráticos la encontraron en su
noción de Naturaleza.