1.
2. Empecemos
por la palabra. Humanismo es un término relativamente reciente. Parece ser que
en su forma latinizada (como humanismus) fue introducido a principios del siglo
XIX por el pedagogo alemán D.J. Niethammer para designar así la importancia de
la lengua y la literatura griega y latina para la educación secundaria. Así se
pensaba, hasta hace poco, de estas lenguas clásicas, y se defendía su
permanencia en el currículo de los alumnos por su valor formativo.
3. El uso
de la palabra latina “humanista” empieza a ser corriente a principios del siglo
XVI para nombrar a aquellos que se dedican a los studia humanitatis, estudios que comprendían la gramática, la
historia, la retórica, la poesía y la filosofía moral, junto, naturalmente, del
latín y el griego.
4. Las
disciplinas que componían los studia
humanitatis no eran un simple curso de estudios que transmiten nociones y
fórmulas ampliamente discutidas y asentadas. No. Los studia humanitatis eran instrumentos para alcanzar un ideal: el
desarrollo de la libertad y la creatividad humanas, de todas esas cualidades
que permiten al ser humano vivir felizmente en una sociedad de hombres. Eran estudios
destinados a los que habían de ser protagonistas en el proyecto de construir un
mundo moral, cultural y políticamente nuevo, presidido por el lema iuvat vivere, vivir es hermoso.
5. Se
trataba de un ideal enlazado con el ideal griego de la paideia, es decir, lograr
mediante la educación dar al hombre esas cualidades que le hacen verdaderamente
humano, que lo liberan de su condición natural y bárbara. Este ideal fue
asumido por los romanos con el nombre de humanitas y encontró en Cicerón,
Varrón o Quintiliano unos portavoces ilustres en la época de la República
Romana.
6. Tanto
la paideia griega como la humanitas romana expresan una operación
cultural, la construcción del hombre civil que articula la sociedad humana. Es
en ese ideal que se forman la clase intelectual y política, los miembros
activos de esa sociedad clásica del siglo I a. C.
7. Desde
un punto de vista cronológico, el humanismo renacentista europeo va desde la
segunda mitad del siglo XIV hasta finales del siglo XVI. Como todas las
fronteras cronológicas, sus contornos son imprecisos y relativos al lugar que
se considere. No es igual en Italia que en España, donde algunos autores
consideran que la Edad Media perdura casi hasta el siglo XVIII, lo cual no es
verdad, pero ayuda a comprender lo mucho que hay de convencional a la hora de
datar el periodo del humanismo.
8. ¿Cuál
era la imagen que de su tiempo tenían los humanistas y qué significado le atribuían?
Ellos perciben su tiempo como un tiempo especial: un tiempo en que la humanidad
despierta del largo sueño del medioevo. El orden establecido a partir de la
imagen de Dios extraída de la Escritura y su interpretación por la Iglesia ya
no satisface, no responde a la realidad. Y en eso consiste el despertar: es un
renacer a la vida, a la realidad.
9. Hay
épocas en que el pasado es recibido como una riqueza, algo digno de ser
conservado y transmitido a la generación siguiente. Pero en otras, lo recibido
es como un peso muerto, inservible para hacer frente a los retos del presente;
algo que coarta la propia libertad. Son tiempos de ruptura.
10.
En esas épocas de ruptura ya no se trata de
desarrollar y completar las realizaciones de la época precedente, sino de
construir algo “nuevo”, lo que solamente es posible con la muerte y
desaparición de lo anterior. Pero para volver a nacer de nuevo es preciso
volver a los orígenes, pues es allí donde se encuentra la fuerza, el ímpetu
necesario para ese nuevo nacimiento.
11. Atribuir
a la Edad Media una visión del mundo como lugar de culpa y sufrimiento, un
lugar en el que el hombre ha sido arrojado por el pecado de Adán y del que sólo
es deseable huir; que el hombre en sí no es nada y nada puede hacer por sí
solo, que sus deseos son locura y soberbia, pues todo acaba con la muerte,
etc., etc., atribuirle todo eso, digo, es más una visión del Renacimiento sobre
el medioevo que una visión medieval. Y pudiera ser que ni eso, sino una interpretación
histórica de lo que fue esa época de transición a la modernidad. Como toda
visión de rechazo tiene apoyaturas en la realidad, pero también adolece de la
incomprensión propia del que se coloca “fuera de la época”.
12.
Pero ¿de dónde renacer? ¿De dónde me vendrá la
fuerza de los orígenes? ¿Dónde inspirarse para encontrar los modelos a recrear?
Para los hombres de los siglos XV y XVI europeos son los autores greco-romanos.
Es en ellos donde se recoge la experiencia de una civilización con las
potencialidades originarias de la humanidad.
13.
Inevitablemente, esos orígenes y esa
civilización son idealizados, abstrayendo de ellos la esclavitud, la crueldad,
las guerras…, todo aquello que planea como la sombra de una cultura. De ser
perfectos, ¿habrían desaparecido? El mundo medieval aparece como el mundo que
destruyó, olvidó u ocultó aquel mundo idealizado.
14.
El conocimiento del latín y el griego clásicos
permite la lectura de unas obras que hablan de los hombres y las cosas de este
mundo, de sus afanes, dificultades, gestas, aspiraciones y amores. Frente a los
escritos de carácter teológico y relacionados con la transcendencia (las
divinae litterae), están los escritos de aquellos, generalmente seglares, que
recogen ideas y temas del hombre y su mundo, las humanae litterae.
15.
Para el humanista el texto de la cultura
greco-latina es mirado ahora con amor, se intenta reconstruir, conservar en su
forma original, liberarlo de los errores e interpolaciones de los copistas… Se
trata de captarlo con perspectiva histórica, como se hace en la pintura, donde
se introduce la perspectiva en la representación de las escenas. Eso permite
ver el fondo de donde emergen las figuras.
16.
Pero aquel que vuelve a los orígenes y lee
atentamente los códices antiguos ya no es un griego ni un romano. Es alguien
nacido y educado en el cristianismo. De ahí que su actitud sea nueva, distinta
de la de los clásicos que imita. Y eso da como consecuencia una nueva
orientación a la vida moral, religiosa, política, artística…
17.
El acercamiento histórico al humanismo es
necesario. Pero corresponde a la filosofía tratar de ver la concepción del ser
envuelta en el fenómeno histórico. Lo intentaré en otro momento.
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