La cita de Unamuno que decía: “la
filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total
del mundo y de la vida…” se prestaba a considerar el mundo de nuestra
experiencia como un montón de piezas de un puzzle. Se trata de una consideración
sugerente, pero insuficiente. Muy insuficiente.
Sería válida si solamente nos
enfrentáramos a una enorme pluralidad de cosas, como vemos en nuestra
experiencia ordinaria. Pero resulta que esas piezas están en constante
transformación. No hay nada que escape a esos cambios, unos más lentos y otros
más rápidos. La tierra, las plantas, los animales y hasta el mismo hombre, todo
está sujeto a mudanza. También el hombre está marcado con el sello de la
caducidad.
Del hecho del cambio y su toma de
conciencia brota espontáneamente la noción de tiempo. Si no hubiera alteración
ninguna, si las cosas fueran siempre idénticas a sí mismas, no habría noción de
tiempo. “Percibimos el tiempo junto al movimiento”, decía Aristóteles, del cual
es “número (arithmós) según el antes y el después”.
Esto permitió ver el mundo no como un
montón de fichas desordenadas, un caos, sino como un cosmos, una totalidad
ordenada y unitaria.
Anaximandro
(610 – 545 aC), casi contemporáneo de Tales de Mileto y posiblemente discípulo
suyo, ante ese dinamismo y pluralidad del mundo real, consideró que aquello
que daba origen a las cosas y a sus cambios no podía ser algo determinado como
el agua que decía Tales, sino algo indeterminado, indefinido, infinito (sin
límites), pero con capacidad para dar lugar a lo que hay. Lo llamó ápeiron,
que significa justamente lo dicho, indefinido. Y este ápeiron era ingénito,
indestructible, imperecedero, eterno, siempre activo y raíz última de todo
cuanto hay . El ápeiron es el Arjé (principio) de todas las cosas.
De Anaximandro hay multitud de noticias
y el primer fragmento de filosofía conocido. Entiéndese por fragmento una cita
de su obra por parte de un autor muy posterior a él. Se dice que escribió un
libro titulado Sobre la Naturaleza, que uso un “gnomón” o reloj
de sol que le permitió determinar los solsticios y equinoccios, medir la
distancia y tamaño del Sol, fue el primero en hacer un mapa de la tierra
conocida, concibió la tierra como un cilindro que flota sobre el agua, etc.
Pero quizás una de sus especulaciones
más originales fue el observar que el ser humano tiene una gestación larga y
durante bastantes años no se puede valer por sí mismo y necesita la protección
de otro. Esta debilidad del hombre durante tanto tiempo en su infancia no le
hubiese permitido sobrevivir en las condiciones primitivas del mundo sin la
protección de otro ser. Y esto le
sugirió la idea que tal vez los hombres se habían formado a partir de los
peces. Una muy primitiva idea de la formación de los ser por evolución.
Para concluir, vemos como en la
concepción de una imagen para explicar la naturaleza de la filosofía como en
las consideraciones de Anaximandro sobre el origen de todo cuanto hay sus
cambios, se van manifestando las potencialidades del pensar, como son imaginar,
razonar, calcular, explorar hipótesis, reflexionar, meditar, etc. Un alejarse
de las cosas inmediatas para considerarlas (prefijo con, que indica todo, y “sider”,
raíz latina para astro, de ahí sideral) desde lejos, como si fueran astros que
hay que examinar atentamente.