miércoles, 8 de noviembre de 2023

EXAMEN DE LA IMAGEN QUE INTENTA ACERCARNOS A LA NATURALEZA DE LA FILOSOFÍA.

La cita de Unamuno que decía: la filosofía responde a la necesidad de formarnos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida…” se prestaba a considerar el mundo de nuestra experiencia como un montón de piezas de un puzzle. Se trata de una consideración sugerente, pero insuficiente. Muy insuficiente.

Sería válida si solamente nos enfrentáramos a una enorme pluralidad de cosas, como vemos en nuestra experiencia ordinaria. Pero resulta que esas piezas están en constante transformación. No hay nada que escape a esos cambios, unos más lentos y otros más rápidos. La tierra, las plantas, los animales y hasta el mismo hombre, todo está sujeto a mudanza. También el hombre está marcado con el sello de la caducidad.

Del hecho del cambio y su toma de conciencia brota espontáneamente la noción de tiempo. Si no hubiera alteración ninguna, si las cosas fueran siempre idénticas a sí mismas, no habría noción de tiempo. “Percibimos el tiempo junto al movimiento”, decía Aristóteles, del cual es “número (arithmós) según el antes y el después”.

La noción de physis, naturaleza, abría una vía de acceso a ese “otro” mundo que explica lo que sucede en el mundo de nuestra experiencia. Ese “otro mundo” latente, no a la vista, se diferencia de los dioses o el destino, con que popularmente se recurría para explicar los cambios, en que ya no es ciego (“el destino ciego”), sino aquello que actúa según ciertas leyes, no ciegamente.

Esto permitió ver el mundo no como un montón de fichas desordenadas, un caos, sino como un cosmos, una totalidad ordenada y unitaria.


Anaximandro (610 – 545 aC), casi contemporáneo de Tales de Mileto y posiblemente discípulo suyo, ante ese dinamismo y pluralidad del mundo real, consideró que aquello que daba origen a las cosas y a sus cambios no podía ser algo determinado como el agua que decía Tales, sino algo indeterminado, indefinido, infinito (sin límites), pero con capacidad para dar lugar a lo que hay. Lo llamó ápeiron, que significa justamente lo dicho, indefinido. Y este ápeiron era ingénito, indestructible, imperecedero, eterno, siempre activo y raíz última de todo cuanto hay . El ápeiron es el Arjé (principio) de todas las cosas.

De Anaximandro hay multitud de noticias y el primer fragmento de filosofía conocido. Entiéndese por fragmento una cita de su obra por parte de un autor muy posterior a él. Se dice que escribió un libro titulado Sobre la Naturaleza, que uso un “gnomón” o reloj de sol que le permitió determinar los solsticios y equinoccios, medir la distancia y tamaño del Sol, fue el primero en hacer un mapa de la tierra conocida, concibió la tierra como un cilindro que flota sobre el agua, etc.

Pero quizás una de sus especulaciones más originales fue el observar que el ser humano tiene una gestación larga y durante bastantes años no se puede valer por sí mismo y necesita la protección de otro. Esta debilidad del hombre durante tanto tiempo en su infancia no le hubiese permitido sobrevivir en las condiciones primitivas del mundo sin la protección de otro ser.  Y esto le sugirió la idea que tal vez los hombres se habían formado a partir de los peces. Una muy primitiva idea de la formación de los ser por evolución.

Para concluir, vemos como en la concepción de una imagen para explicar la naturaleza de la filosofía como en las consideraciones de Anaximandro sobre el origen de todo cuanto hay sus cambios, se van manifestando las potencialidades del pensar, como son imaginar, razonar, calcular, explorar hipótesis, reflexionar, meditar, etc. Un alejarse de las cosas inmediatas para considerarlas (prefijo con, que indica todo, y “sider”, raíz latina para astro, de ahí sideral) desde lejos, como si fueran astros que hay que examinar atentamente.