EL CUMPLIMIENTO DE LA
LEY
Me apetece hacer un
alto en el camino que conduce a entender la modernidad, arrancando desde la
estación del Renacimiento. Se trata de una parada para contemplar el triste espectáculo
que en lo tocante a las leyes dan nuestros políticos. Me refiero a los
españoles, claro. No me da mucho trabajo, pues lo que hago es rescatar una
entrada que ya hice en el 2011. Unas reflexiones sencillas, pero que entendí
pertinente recordar en una sociedad en la que empieza a ser transgresor decir que
la hierba es verde.
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1. Vivir de acuerdo con
las leyes: he ahí la más alta ley no escrita que Sócrates nos recuerda en su
diálogo Critón. A pesar de que la sentencia que le condena a muerte es injusta,
a pesar de la insistencia de Critón para facilitarle la huida, a pesar de la
consideración a sus amigos, Sócrates considera indecoroso no asumir la decisión
de los jueces.
2. Son las leyes como el esqueleto que sustenta el músculo de una sociedad, las que hacen el Estado. Y entre esos huesos, destaca la Constitución como la columna vertebral que permite sostener a ese Estado derecho.
3. Pero ese esqueleto requiere un suelo sobre el que apoyarse y sostenerse. Ese suelo lo forman esas leyes no escritas, consuetudinarias, nacidas de la conciencia de lo que está bien y de lo que está mal.
4. Desde la Revolución
Francesa se arrastra la idea de que para transformar a la sociedad los dos
instrumentos básicos son las leyes y la educación. De ahí que los ideólogos que
pretenden modelar a la sociedad a su gusto se apliquen diligentemente a
manipular las unas y la otra según sus deseos y fines.
5. Critón, para
convencer a Sócrates de que acepte la huida que le propone, argumenta con
razones que muchos encontrarían muy razonables. Pero lo que sale de sus labios
son razones personales, subjetivas, demasiado débiles para justificar el
quebranto que supone no acatar la ley.
6. Cuando los políticos
toman posesión de sus cargos, juran o prometen cumplir y hacer cumplir las
leyes que han hecho posible que ocupen esos cargos. Son esas leyes las que, por
decirlo así, los engendran, son como sus padres, hasta el punto de que cuando
las desobedecen o incumplen, nos ofrecen el triste espectáculo del hijo que
desprecia y agrede a su progenitor.
7. El espectáculo de
ver cargos públicos discutiendo sentencias, incumpliendo las leyes, hasta las
más fundamentales, influyendo en los nombramientos judiciales, imponiendo
obligaciones a los ciudadanos que no cuentan para los que las dictan, ese
espectáculo, digo, es la ruina de la sociedad. Y eso ocurre en España.
8. Esos cargos que han
huido de la ley, sea a Tebas o Megara, como proponían a Sócrates, en tanto que
violadores de la ley, ¿de qué podrán hablar? ¿No estará justificado que las
personas honestas y sensatas los miren con desconfianza y como desvergonzados?
¿Y no les obligará eso a tener que vivir adulando a los poco escrupulosos para
que no se enojen, como deja ver Sócrates?
9. ¿Qué autoridad
pueden ostentar esos cargos y responsables políticos que son los primeros en
discutir e incumplir leyes? ¿No transforman las leyes, que son imperativos, en
meras opiniones que solamente a los débiles se les impone? ¿No enseñan con su
conducta que es la fuerza la que decide los conflictos?
10. No son las leyes
las que cometen las injusticias, sino los hombres. Pero como no está bien
responder a la injusticia con otra injusticia, ni devolver mal con mal, se
impone el largo camino de tratar de roturar y regenerar el campo de las leyes
no escritas, que es de la voluntad del bien, no solamente vivir o sobrevivir,
sino vivir bien.